miércoles, 13 de octubre de 2010

The width of a circle

Lo veo todo y nadie me ve. Esta omnipotencia sólo toma tal magnitud en un momento así. Quiero absorberlo todo, quiero incorporarlo en mí, quiero describirlo, textualizarlo… pero es imposible. No tiene etiqueta, ni nombre, no le pertenece a nadie pero a la vez nos pertenece a todos.

Azul. Es sereno, profundo. Algo guarda detrás del mantel de tonalidad fría. Quién sabe qué hay pegando la vuelta… nadie lo sabe.

Gris. Una sensación algo triste, una mezcla tétrica; empaña el brillo de sus amigos. Los cubre por delante, y la presencia de ellos se hace notar en un aura colorido. Correte que no veo.

Naranja. Empalaga de calidez; pegajoso, alegre. Resalta tanto que opaca.

Celeste. Inocencia, incredulidad, paz. No llegará a ser Azul por su simpleza; nada de jugar a las escondidas.

Blanco. No entiendo cómo es que existe; entre tantos de los otros, Blanco. Explicaciones hay, pero ninguna me convence.

Rojo. Sí que es pasional; Chillón, histérico. Ante tanto derroche de impulsos se pierde la verdadera significación, se pierde, no se puede llegar.

Rosa. Ablandó, tranquilo, dulce, amoroso. Lo que a su hermano le sobra éste no lo incorpora. De todos modos, no deja ver detrás de la faceta impulsiva.

Amarillo. Infantil, brillante, enérgico, gracioso. Una mirada y te garantiza una sonrisa. Qué alivio que está ahí, un poco de transparencia.

Lisérgica inmensidad la que lo cubre.Qué tan lejos puedo estar al estirar mi mano hacia él, cuántas lágrimas habrá que despilfarrar para llamar su atención. Porque es sinfín, sin fondo, revolucionario en su interior aunque transparente por fuera. Transparente, por fuera; sí, es que nadie sabe que hay algo más ahí atrás. Nadie excepto yo.

viernes, 8 de octubre de 2010

CHACO

El vidente podría servir en un mundo de ciegos
donde lo visual no tiene sentido

Quien habla debe ser útil en un mundo de mudos
en el que no existen ni viven nuestras voces

El que oye en un mundo de sordos
cuando todo lo que escuchamos es nulo, será ajeno

un hombre fue útil:
se quitó los ojos y los ofrendó al ciego
se extirpó el habla cediéndosela a los mudos
y sus oídos transformaron a los sordos

Ese hombre fue bautizado con el nombre de

CHACO

lunes, 4 de octubre de 2010

Cenizas

Le gustaba la soledad, la soledad a oscuras, su rostro cubierto por la tela negra de la noche. Su cuerpo se perdía con las vagas siluetas sin luz, caminaba acompasadamente de una punta a otra sin cesar. Se acercó al medio muro que la separaba de la eternidad y apoyó sus codos en él. El alivio aguardaba ansioso en los labios, esperando a ser encendido. Sus manos crearon una carpa que protegieron la llama del viento helado. Ese pequeño pañuelo de tonos rojizos bailó sin música y contagió de vergüenza al extremo del cigarro. Las manos desaparecieron de su boca y ese punto rojo delató su presencia. Esa estrella roja enardecía con furia mientras consumía lentamente su largo cuerpo.
Suspiró, porque suspirar le relajaba. La tranquilidad de la noche, la garantía de ser quien era cuando las sonrisas falsas caducaban. Sentía que era esa noche.
El vago sonido de Morrissey acompañaba sus pasos desde el inicio y sólo ella sabía si lo haría hasta el final. Marcaba los pulsos de la percusión en un juego de golpes con sus manos y pies. Sólo lo interrumpía para fumar. Fumaba y la tristeza se escapaba por la garganta, esa gris y nebulosa depresión huía naturalmente por su boca.
Observó el fin. Oscuro, lejano y cercano. Lo tenía en sus narices, nuevamente.
En sus ojos podían leerla como un libro; no obstante, nunca nadie se molestó en intentarlo… manga de corazones fríos. ¿Qué tan difícil es captar dos pupilas y entrar en ellas? Su piel de mármol funcionaba como un muro, una división metafísica de ella: por fuera una solemne roca, por dentro pura revolución. Ella era el iceberg de su propio barco, nunca lograría salir adelante sola. No pediría ayuda, no gritaría por una soga. ¿Por qué? Porque demostrar emociones no es lo suyo. Inevitablemente por sus ojos se podía espiar qué sucedía en ella, pero nunca nadie se fijó en ellos. Un “sí” siempre fue y será un “no”; una sonrisa, una lágrima; una risa, un llanto. Su piel, una creadora de antagónicos. Y nadie fue capaz de notarlo.
Lloró por él en noches como esta, y lo más patético es que el autor de esas lágrimas jamás lo sabría. Esa cotidiana opresión volvió a punzarle en el pecho; simultáneamente el cigarrillo acababa de consumirse, quedando la infeliz colilla colgando de su boca, del límite.
Con minuciosa lentitud cae. El viento no logra cambiar de rumbo su precipitado aterrizaje. Se estrella contra el suelo y rebota unas veces. El silencio no se interrumpe pues nadie está presente, nadie oye el vacío. Su alma quedaría olvidada como colilla del cigarrillo entre las miles que decoraban el suelo con minucioso puntillismo.
Bienvenida a la eternidad.